Puede que desaparezca, me encierre y prefiera el silencio. A veces el cielo se empaña y todo lo anteriormente escrito fue con tiza blanca: al primer sacudón se borra.
¡Cuántos días de pesadumbre!
Uno se derrite, se abandona y se zambulle, se disuelve en vaivenes.
(Es difícil ser simple, entonces me complico).
Mi universo personal es lo más parecido al infierno: puedo ver cómo se desmorona cada rincón de mi cotidianeidad.
(Es que me gustan más las calles de tierra y la adopción de una postura nihilista)
Tambalear se hizo moneda corriente el último tiempo que llevo en la tierra y sin embargo no puedo permitirme que ustedes, motores de locura despampanante, se preocupen por mí: mantengo esa pasión de encontrar por qué vivir.
Ahora sí, tengan claro
que el día que no me avalance con un abrazo descostillador contra ustedes;
el día que que me pregunten -"qué harías con un millón de pesos?"- y no les conteste que los tiraría para arriba en la avenida Mitre para que la gente atrape billetes y se ponga felíz;
el día que pierda el deseo de viajar continuamente y no me tiemble el alma cantando Yo no me caí del cielo...
El día que no me brillen los ojos con un chocolate o vea a la igualdad como un hecho imposible,
el día que deje de creer en príncipes verdes, en la libertad y en los cuentos,
el día que pierda el encanto por Rayuela o arroje en una caja de cartón mi carcajada suelta...
Ese día, SÍ.
Corran, pataleen, preocúpense y, sobretodo, lamentense por mí.
Ese día sí denme un buen cachetazo,
porque significará que perdí mi mapa y mis ganas, mi sonrisa y el huracán que me hace seguir.
Sean sensatos y honestos y recuérdenme mi promesa,
que elegí para mi vida el camino difícil, pero el que más me llena,
el que se viaja en "motito", siguiendo la filita de hormigas laboriosas.
(Por ahora seguimos buscando, pero siéntanse tranquilos que puedo soportar cualquier cómo:
tengo una razón muy poderosa para vivir,
suficientemente grande para sacarme de cualquier pozo,
por más oscuro que sea).
Me pregunto de qué estrella cayeron y la respuesta no me importa: qué buena esa puntería que nos hizo encontrarnos a todos acá.-
a Pelu, Bar, Maxi y Polchi, por ser motores de mi locura y abrazo incondicional